La senda está pensada como un paseo junto al río Ebro, la Ermita de San Miguel y los restos de las antiguas tejera y carboneras que han sido recuperados. Todo esto dentro de un itinerario didáctico botánico, donde se ha señalado, a lo largo del recorrido, una buena colección de las especies que marcan la gran diversidad florística de la zona.
La ruta es circular, pero recomendamos hacerla en el sentido que marcamos en esta entrada. Llegados a Montejo de San Miguel, junto a la plaza nos toparemos con el panel explicativo de la senda, así como una señal que nos envía a la izquierda, al aparcamiento habilitado para comenzar la caminata. Ojo con el panel, que aún refleja el recorrido antiguo. Este ha cambiado en parte, ya que ahora el paseo incluye un tramo por la parte alta del monte.
En este inicio de senda compartiremos recorrido con el GR-99 Camino Natural del Ebro, por lo que no debe extrañarnos si nos encontramos con balizas del mismo o marcas rojas y blancas.
Comenzamos a andar bajando hasta la ribera del Ebro, para enseguida tener la ocasión de asomarnos a la represa de Montejo de Cebas, donde el río se calma o embravece, dependiendo del nivel de las aguas. Durante este tramo iremos encontrando representantes de la flora y (con algo de suerte) la fauna ripícola. También podremos contemplar los efectos, muchas veces devastadores, que pueden tener las riadas, y cómo son capaces de cambiar el paisaje de una ribera en unas horas, depositando toneladas de restos a su paso.
El paseo es llano y agradable de andar. Pronto nos toparemos con lo que fue la Fuente de la Salud, y que hoy en día no mana todo el año debido a las diversas captaciones realizadas. Era esta una fuente y lavadero de aguas termales, relacionada con el acuífero que surtía a lo que fue el balneario del vecino Montejo de Cebas.
Otros 500 metros de paseo admirando los cortados que el río ha ido excavando a través de los siglos y llegamos a La Pontinueva. Como su propio nombre indica, en este lugar existió un puente sobre el Ebro, y aún podemos adivinar alguna de las estructuras que aprovechaban las rocas presentes en este paso.
Casi enseguida, y a la altura de una de nuestras señales direccionales, nos abandona al GR-99, que sigue camino hacia Frías. Nosotros no tardamos en girar hacia el norte y comenzar a ascender la única y corta, pero animada, cuesta del recorrido. Entre pinos, sabinas y aromáticas nos llamarán la atención los numerosos bancales que aterrazaban el terreno y los restos de algún chozo de piedra. Nos encontramos en la zona de Las Viñas. Tanto estas laderas como las del otro lado del Ebro hacia Frías y Valderrama estuvieron en su día llenas de vides, de donde salía el conocido chacolí de la zona.
Montejo de San Miguel fue uno de los principales productores; aún podemos ver en el citado Museo barricas con más de dos siglos y una prensa de uva de la época.
Esta cuesta juguetona nos aproxima a la Ermita de San Miguel, ya en el alto, presidiendo el monte y ofreciéndonos unas inmejorables vistas de los alrededores. Esta ermita de aspecto más bien humilde, guarda un importante pasado. Pueden apreciarse rastros del románico en su construcción, aunque ha sufrido varias reformas, y parece ser que hubo en el lugar un monasterio aún anterior.
Dejamos la ermita y regresamos al sendero. Ahora en dirección sudoeste y por una pista más abierta y llana el paseo se vuelve más amable para las piernas. A nuestra derecha, fuera de la senda, quedan las peñas que se asoman al Ebro, como la Peña de las Perdices.
Pronto llegamos al final de la llanada y toca girar al este para comenzar la bajada en dirección al pueblo, pero con mucho que ver de camino. Conviene no despistarse y estar atento a las marcas de los cruces si no queremos terminar lejos de nuestro objetivo.
En un momento determinado la senda nos saca de la pista para entrar de nuevo en el bosque. En este tramo encontraremos un par de antiguas carboneras, la segunda de las cuales está señalizada con paneles explicativos de este antiguo oficio que abundó no tan atrás en nuestros montes.
Volveremos a salir a una pista para terminar encontrando el cruce que nos dirigirá al pueblo y de vuelta al inicio de la senda. Antes de bajar, sin embargo, nos desviaremos 150m para admirar la tejera recuperada por los amigos de Montejo y que se conserva en un excepcional estado con su correspondiente panel informativo. Enfrente queda la era donde se secaban las tejas y, un poco más adelante, una trocha hacia arriba replica el camino que cogían los trabajadores para subir las tejas a la boca del horno.
Finalmente bajamos de vuelta a Montejo, por cuyas calles llegaremos al aparcamiento y al inicio de senda. Podemos aprovechar este último tramo para callejear por el pueblo, bien cuidado y acogedor.
Es esta una senda recogida, apta para todos los públicos y, sin embargo, llena de sorpresas y rincones de lo más variado y llenos de gran belleza.
En el día que redactamos esta entrada, el cariz botánico de la senda está aún en proceso de ser actualizado, dado que el paso del tiempo ha hecho de las suyas sobre los carteles de las plantas. Pronto contaremos con carteles nuevos y en su sitio.
Es esta una de las sendas más antiguas del Parque, anterior a su declaración, ya que fue promovida en el año 2000 por los amigos del Museo Etnográfico de Montejo de San Miguel. Desde luego, si tenemos oportunidad y la suerte de que esté disponible la visita al Museo, esta es obligatoria por la enorme voluntad, disponibilidad y buen hacer que hay en el proyecto, todo un lujo.