Duero/Douro, el río que borra fronteras en el sur de Europa
"Dejamos atrás casas, coches, antenas... a partir de aquí, deje atrás el estrés". La voz de Laura se pierde entre las paredes de piedra que encañonan el Duero en Arribes. Como el río, Laura es portuguesa y española y, donde el mapa marca una frontera, ella siente una sola tierra.
De padre portugués y madre española, Laura Fernandes ha crecido en un paraíso verde, en el parque de Arribes de Duero, la ecorregión que comparten Portugal y España, un área declarada Reserva de la Biosfera Transfronteriza Meseta Ibérica, que sirve de refugio para especies en extinción, como el águila.
Laura es ambientalista y conoce cada tramo y cada piedra del cañón del Duero tras años de trabajo como guía en el barco de la Estación Biológica Internacional, un emprendimiento turístico con vocación ecológica que nació con financiación europea en la lusa Miranda do Douro.
En la orilla portuguesa, el Parque Natural del Douro Internacional. En la española, el Parque Natural de Arribes del Duero. Douro/Duero. "A un lado, Tras-os-Montes, a otro la comarca de Sayago", explica Laura durante los recorridos en barco que parten de la Estación.
En esta reserva, el Duero forma, durante unos 115 kilómetros, una frontera natural entre España y Portugal, pero, más que separar, une, porque las tierras de los arribes comparten todo, no solo historia y cultura, sino economía, costumbres y hasta problemas, como la despoblación.
LIFE RUPIS, UNA ESPERANZA PARA EL ÁGUILA
En esta zona, el río alcanza una profundizad máxima de 80 metros y mínima de 22. En su aguas nadan carpas, barbos, lucios... y alguna vez incluso nutrias. Y la humedad crea un microclima en sus orillas ideal para el cultivo de olivos, vides y para instalar colmenas.
Pero el recorrido por el Duero permite, además, avistar buitres, alimoches, milanos, halcones peregrinos, cigüeñas negras, y águilas, la especie más buscada por los visitantes
En las paredes de granito de los arribes se esconden 28 parejas de águilas reales y 15 de perdiceras, especies en peligro de extinción que enfrentan múltiples amenazas.
Su preservación es el objetivo de "Life Rupis, Conservación de alimoche y águila perdicera en el Valle del Duero", un proyecto de la Unión Europea que comenzó en 2015, dotado con 3,4 millones de euros y enfocado en las zonas protegidas del Duero Internacional, como se denomina el parque en Portugal, y los Arribes del Duero, en España.
"Es un proyecto de educación ambiental muy sólido entre ambos parques, es muy ambicioso", explica Ana Martínez, directora-conservadora del Parque Natural Arribes del Duero.
En el caso del águila perdicera "se trabaja mucho en el seguimiento, se alimentan nueve parejas, pensando en el incremento de la reproducción", con actuaciones que incluyen áreas de nidificación, alimentación y protección del entorno.
En el cuidado de los alimoches se han definido los factores más vulnerables, con la marca de cinco ejemplares para seguimiento con radiotransmisor, habilitación de "muladares" y campañas entre los agricultores para evitar el abandono de carroña en el campo.
Los alimoches, apunta Martínez, son especialmente vulnerables porque en sus migraciones a África se topan con líneas eléctricas y venenos que han obligado a activar el protocolo internacional.
"El envenenamiento es intencional. Temas de caza, ganaderos.. el veneno es siempre intencionado", lamenta la especialista. TURISMO RESPONSABLE" Atentos, arriba, entre las rocas, a un nido de águila perdicera", alerta Laura Fernandes a los turistas en el barco de la Estación Biológica Internacional.
Es uno de los cuatro barcos que recorren el Duero a lo largo de los arribes con autorización de las administraciones de España y Portugal, comenta Ana Martínez.
"Hacemos un informe conjunto. Está totalmente regulado, hay respeto total en este tipo de actividad y está todo bastante bien", puntualiza.
El trabajo pendiente está en los miradores, admite la funcionaria española, porque la afluencia turística obliga a una "regulación especial, sobre todo en materia de información".
También David de Salvador Velasco, coordinador de Europarques, es consciente de la importancia de apostar por un turismo responsable. Dirige la Estación Biológica Internacional que, además de realizar paseos turísticos, analiza la calidad del agua y colabora en la conservación del ecosistema.
Iniciativas, recuerda este experto español en fauna salvaje, como el plan de alimentación artificial del águila perdicera que se puso en marcha en 2002, centrado en la reintroducción del conejo de monte en la zona, un antecedente -dice- del proyecto europeo Life Rupis.
La experiencia permitió reproducirse a una pareja de perdiceras y constató que el problema que mermaba la población de estas aves era la falta de alimentación y no la infertilidad.
Velasco comenzó sus paseos por los arribes del Duero con un barco de madera y, de la mano de las ayudas del Plan Future de la Unión Europea, creó la Estación en Miranda de Douro en 1998, a la que siguió después otra similar en el Lago de Sanabria (Zamora).
"La esencia de este proyecto es que el uso sostenible del espacio", apunta Velasco, que tiene también programas específicos, como el Animal Therapy (zooterapia), destinado a niños con necesidades especiales.
Hoy, recibe a unos 80.000 visitantes al año y se autofinancia con un modelo que "pretende aprovechar un recurso natural para generar recursos económicos que permitan conservar espacios transfronterizos, que no entienden de fronteras, de líneas divisorias la fauna es la misma, el río es compartido".
Velasco está convencido de que el turismo ordenado no perjudica el entorno sino que, al contrario, tiene un impacto positivo.
Los visitantes de sus instalaciones, continúa, dejan unos 3 millones de euros año en restaurantes y alojamientos en los pueblos de ambos lados de la frontera, lo que permite "que la conservación del espacio tenga ya un valor en el territorio".
Ingresos que alimentan el círculo: se traducen en una mayor implicación de las poblaciones en la conservación que, permite, a su vez, aumentar el turismo.
"En Europa, es la política real de conservación que se pretende hacer desde hace años", concluye. DOURO/DUERO, EL RÍO QUE NOS UNE"La zona es espectacular", dice Laura. "Venir al cañón hace que desde dentro se puedan transmitir mucho mejor los valores que tenemos en la zona".Valores, explica, como la importancia de conservar la naturaleza para las generaciones futuras o la conciencia de que las fronteras son imaginarias.
"La frontera no existe, nunca ha existido", asegura Laura. Y nadie mejor que ella como prueba. Mitad portuguesa, mitad española.
"Para mi el río no es una frontera, es un nexo entre los dos países. Soy española y soy portuguesa, una mezcla de los dos, igual que el río aquí".
Y la historia le da la razón. Las tierras de los arribes siempre estuvieron ligadas. "Hasta con el contrabando", bromea.
Y efectivamente, todavía hay marcas en las orillas del río sobre los pasos que utilizaron los contrabandistas durante décadas. Cruzaban en barcas o improvisaban "tirolinas" con cuerdas, como podían.
Esta ecorregión, integrada en conjunto por 41 municipios de ambas orillas, mantiene idénticas características económicas, culturales y hasta turísticas.
(Este reportaje forma parte de la serie "Historias Ibéricas de cohesión europea", #HistoriasIbéricas, un proyecto pionero de colaboración entre Efe y la agencia portuguesa Lusa financiado por la Dirección de Política Regional de la Comisión Europea)